Al
igual que su esposo, Mª Victoria también dio una gran importancia a su imagen
social. Por una parte representaba la perfección en su papel de madre, esposa
fiel y abnegada, que se mantuvo al margen de la política. Pero por otra, su
gran formación y posición le permitían asesorar al rey. Ella quedaba a salvo de
las críticas. Su imagen se benefició, de alguna manera, de los escándalos y
excesos cometidos por Isabel II, que deterioraron profundamente la imagen de la
monarquía. Se trataba de una figura vinculada de forma directa al ámbito
doméstico donde cuidaba y educaba a sus hijos. En la documentación de la época
se resalta su carácter discreto, el cual se puede observar incluso en sus
retratos, en los cuales aparece representada como una dama de la alta burguesía
con ausencia de una belleza deslumbrante. La reina además era una católica
ejemplar, tenía unos sentimientos religiosos muy fuertes, pero sus formas de
manifestarlos distaban mucho de alcanzar el fanatismo o la superstición, como
si ocurría con Isabel II. Mª Victoria personificaba la combinación entre el
fervor religioso y la razón, la cual había sido defendida por un amplio
espectro revolucionario.
La
caridad fue otra de las facetas que ayudaron a la reina a consolidar su imagen.
Cuando llegó de Italia y desembarcó en Alicante las crónicas se hicieron eco
del reparto de una peseta y pan a cada pobre. En las audiencias, la reina
recibía individualmente diversas peticiones de instituciones o personas que
necesitaban algún tipo de ayuda (ropa, alimento, dinero…). Estas audiencias
eran casi diarias y en ellas escuchaba miserias de todo tipo. Su carácter
generoso se materializó también en la fundación de varios establecimientos
benéficos en Madrid, como el asilo de las lavanderas o una casa de acogimiento
para los hijos de las operarias de la fábrica de tabacos, utilizando para ello
sus propios fondos económicos.
Mª
Victoria antes de ser reina adquirió una gran formación. Conocía varias
lenguas, entre ellas el español, así como el arte y las tradiciones españolas
ayudando de esta forma a mejorar la imagen de la nueva monarquía ya que Amadeo,
además de desconocer el idioma, apenas había tenido contacto con España antes
de llegar al trono. En este sentido la reina complementaba la figura del rey,
superando además la imagen de Isabel II, quien tenía graves faltas de
ortografía, así como un escaso gusto por los placeres intelectuales (arte,
música, lectura…), y aunque solía hablar mucho y con gracia sus conversaciones,
salvo en ciertos temas, eran vanas. Tenía por tanto fama de ser una mujer
inculta y burda, a diferencia de Mª Victoria que se la consideraba una mujer
culta y llena de virtudes, aunque careciese de los hábitos propios de reina.
BIBLIOGRAFÍA
DE AMICIS, Edmondo, España: viaje durante el reinado de Don Amadeo I de Saboya, Madrid, 2002.
BOLAÑOS MEJÍA, Carmen, El reinado de Amadeo de Saboya y la monarquía constitucional, Madrid, 1999.
MIRA ABAD, Alicia, "La monarquía imposible: Amadeo I y María Victoria", en LA PARRA LÓPEZ, Emilio (coord.), La imagen del poder: reyes y regentes en la España del siglo XIX, Madrid, 2011.
MIRA ABAD, Alicia, "La monarquía imposible: Amadeo I y María Victoria", en LA PARRA LÓPEZ, Emilio (coord.), La imagen del poder: reyes y regentes en la España del siglo XIX, Madrid, 2011.
PEREZ GALDÓS, Benito, Amadeo I, Madrid, 1997.
RUEDA HERNANZ, Germán, Isabel II, Madrid, 2001.
VILA-SAN-JUAN, José Luis, Amadeo I: el rey caballero, Barcelona, 1997.