La
familia de Amadeo reflejaba los valores burgueses dominantes en la sociedad
europea del siglo XIX, valores que hasta ese momento habían sido ajenos a las
personas que representaban a la institución real. Dentro de esos valores
burgueses se observa una división de funciones. El esposo tiene un papel muy
activo en la política y la mujer es la encargada de cuidar a sus hijos y tener
todo listo en casa para que el marido pueda desarrollar sus funciones públicas.
Esta tarea, junto con su capacidad para influir en las decisiones de su marido,
era la única forma que las mujeres tenían para participar en política. Este
reparto, derivado del modelo social burgués, reproducía una desigualdad de
género que manifiesta la contradicción inherente al discurso revolucionario
desde la experiencia francesa. Se consolidaba así una desigualdad social y
jurídica en el seno de una sociedad que hablaba de la igualdad y de la
progresiva participación de los ciudadanos en la política. En esta distribución
de roles quedaban encuadrados Amadeo y Mª Victoria, quienes aspiraban a
convertirse en un referente moral e identitario de la monarquía. En esta pareja
se observaba una clara separación de las funciones a diferencia de su
predecesora, Isabel II, a quien por nacimiento le correspondía ser la máxima
representante de la monarquía, donde su consorte Francisco de Asís quedaba en
un segundo plano a nivel político.
La
revolución de 1868 acaba con Isabel II, representante de una monarquía asentada
en un liberalismo muy conservador, de corte aristocrático, ostentosa y poco
abierta al cambio, para dar paso a un sistema monárquico mucho más cercano al
pueblo, defensor de una democratización del sistema político y austero. Existen
muchos ejemplos del nuevo sentido de la realeza. Uno de los más significativos
se observó en el Palacio Real, donde la mayoría
de las habitaciones quedaron cerradas con el objetivo de ahorrar gastos en luz
y conservación. El
príncipe italiano, venido a ocupar el trono vacío de los Borbones, al entrar
por primera vez en la capital del reino causó admiración entre las mujeres de
clases bajas y medias, mientras los hombres, de estas mismas clases sociales,
vieron en él depositada la idea de esperanza y cambio.
En
Amadeo I, como ya se ha indicado anteriormente, destacaba la imagen de modestia
y sobriedad en sus actos, algo que heredó de su padre Víctor Manuel en cuya
corte, según algunos autores, nunca abundó la
ostentosidad, sino la modestia y la sencillez tan típica de las familias
burguesas del XIX. El rey actuaba como un ciudadano cualquiera, dando siempre
una imagen de cercanía al pueblo. Esta modestia real destacó desde el primer
instante que el rey aceptó el trono, momento en el que los diputados que
componían las Cortes quisieron hacerle un acto ceremonial de toma de posesión,
que el nuevo rey rechazó. Durante su reinado estas muestras de sencillez fueron
muy habituales. Así por ejemplo, el nuevo monarca visitó hospitales, como el Hospital
Militar de Madrid donde recorrió las instalaciones del recinto, la sala de los
enfermos de viruela y la cocina, llegando a probar comida hecha para los
enfermos. El rey también solía pasear por Madrid a diario sin escolta y sin
ningún tipo de distinción. Las fuentes también narran que en otras ocasiones fue
al mercado a comprar verduras y otras provisiones, así como a montar en tranvía
como un ciudadano más. La prensa de la época criticó su imprudencia a la hora
de salir de palacio sin escolta, aunque esto formó parte de la construcción de
su imagen como “rey valiente”.
Evidentemente
no todo el mundo tenía una visión positiva hacia la nueva dinastía, como fue el
caso de los republicanos, que nunca vieron con buenos ojos al monarca,
evidenciando a través de su prensa que todos los gestos de llaneza y cercanía
popular de la monarquía no eran más que actuaciones vacías de contenido para
ganarse el favor popular. La nobleza, temerosa de perder los privilegios que
tenía con la anterior reina y sabiendo que no los iba a conservar con un rey
cercano al pueblo y alejado de los privilegios nobiliarios, también se declaró
en contra de Amadeo, a quien no solo no le ocultaron su desprecio y rechazo,
sino que aprovecharon hasta la más mínima ocasión para mostrar su adhesión
hacia la casa Borbón. Aunque en algunas ocasiones, los nobles se acercaban a
los monarcas e iban a algún acto que organizaban para poderles criticar más
descaradamente. El origen extranjero de los nuevos reyes fue uno de los puntos
débiles en su imagen, aunque para ello se creó una construcción ideológica, sin
ningún tipo de fuerza, que hacía especial hincapié en resaltar que tanto el
pueblo español como el italiano tenían un origen latino, buscando así raíces
históricas comunes entre ambos territorios.
La ingobernabilidad del país alcanzó su punto álgido con el atentado que sufrió el monarca en la calle Arenal. El rey, falto de apoyos y con muchos problemas por resolver, abdicó el 11 de febrero de 1873.
La ingobernabilidad del país alcanzó su punto álgido con el atentado que sufrió el monarca en la calle Arenal. El rey, falto de apoyos y con muchos problemas por resolver, abdicó el 11 de febrero de 1873.
BIBLIOGRAFÍA
DE AMICIS, Edmondo, España: viaje durante el reinado de Don Amadeo I de Saboya, Madrid, 2002.
BOLAÑOS MEJÍA, Carmen, El reinado de Amadeo de Saboya y la monarquía constitucional, Madrid, 1999.
MIRA ABAD, Alicia, "La monarquía imposible: Amadeo I y María Victoria", en LA PARRA LÓPEZ, Emilio (coord.), La imagen del poder: reyes y regentes en la España del siglo XIX, Madrid, 2011.
PEREZ GALDÓS, Benito, Amadeo I, Madrid, 1997.
RUEDA HERNANZ, Germán, Isabel II, Madrid, 2001.
VILA-SAN-JUAN, José Luis, Amadeo I: el rey caballero, Barcelona, 1997.
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