A
partir del año 1863, el reinado de Isabel II entró en una etapa de
descomposición del sistema político debido a varios factores, entre los que
cabe destacar la escandalosa vida de la reina, que enturbiaron notablemente la
imagen de la monarquía. Ante la imposibilidad de cambiar la política del
sistema se fue forjando una conspiración que se consolidó con la firma del
Pacto de Ostende, en agosto de 1866. Con este pacto se pretendía destronar a la
reina sin renunciar a la institución monárquica.
La
conspiración, además de con el cuerpo militar, contó con una extensa trama
civil generada a través de los clubes y asociaciones progresistas y demócratas.
El 18 de septiembre de 1868, liderada por Topete, la flota naval situada en
Cádiz se pronunció al grito de «¡Abajo los Borbones! ¡Viva España con honra!»,
dando lugar a la revolución, conocida como “la Gloriosa”, la cual acabó días
después con la victoria de los sublevados, obligando a Isabel II y a toda su
familia a marchar al exilio.
Tras
la expulsión de la reina, la implantación de una república se propuso como una
posibilidad de cambio y modernización del país, pero finalmente esta idea fue
descartada, ya que además de que la experiencia republicana en España era nula,
tampoco había en Europa referentes sólidos a los que imitar. La monarquía que
propugnaba la constitución de 1869 defendía un cambio de dinastía, donde el rey
no asumiese todos los poderes, estando supeditado a un parlamento al que debía
rendirle cuentas.
Cuando
la constitución del año 1869 fue aprobada, el trono español estaba vacante, así
que las Cortes decretaron que Francisco Serrano fuera nombrado regente y Juan
Prim presidente de gobierno, el cual sería el encargado de instaurar una nueva
dinastía para evitar el regreso de los Borbones. Prim pensó en el hijo de
Víctor Manuel, Amadeo de Saboya. Amadeo, que no tenía experiencia política y
prácticamente no conocía España, se sometió a la voluntad de su padre a
disgusto, al igual que su esposa, María Victoria della Cisterna, la cual era
profundamente católica y no deseaba reinar sobre un país cuya Constitución
reconocía la libertad de cultos. Sobre la figura del nuevo rey quedaban
enlazados el pasado y el presente español, aunque no existiesen unas raíces y
una herencia que justificasen su reinado, siendo la fuente de legitimidad su capacidad
para garantizar la transición ordenada de una España revolucionaria y anticuada
a una España moderna. La nueva monarquía fue inaugurada el 16 de noviembre de 1870.
Moneda con la cara de Amadeo de Saboya, by Numismatic Coins & History [CC BY-NC-ND 2.0. (https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/)]. Disponible en: https://goo.gl/OGJMmE |
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